viernes, 6 de mayo de 2016

Más allá del desafío, la responsabilidad. Cuando enseñar y aprender con nuevas tecnologías se constituye en nuestro compromiso con las nuevas generaciones.




El paso “de lo sólido a lo líquido”, como plantea Área (2012) retomando a Baumann, nos enfrenta como docentes a la necesidad de revisar, de cuestionar, de volver a pensar, muchos de nuestros modos aprendidos acerca de la docencia. Enfoques, estrategias, estructuras que nos habían resultado efectivos, que nos generaban un cierto “piso” (idealmente “seguro”) para construir nuestras intervenciones, aparecen hoy como vulnerables, endebles, cuestionables.
Enseñar y aprender en esta nueva cultura digital nos desafía a redimensionar nuestros tiempos y espacios, resignificar nuestras concepciones acerca de los sujetos, sus roles e interacciones en los procesos de enseñar y aprender, rediseñar metodologías y recursos, de algún modo, reconfigurarnos.
Las nuevas prácticas comunicacionales, las nuevas formas de lectura y escritura, requieren, de acuerdo con Dellepiane (2010), formar (y formarnos) en nuevas competencias. Estas nuevas competencias son las que necesitamos para pensar en ejercer responsablemente la ciudadanía en un mundo en el que los cambios se producen a un ritmo vertiginoso, y ese debiera ser nuestro compromiso,  nuestra responsabilidad política como docentes del siglo XXI, aportar a la construcción de ciudadanos responsables, críticos, capaces de elaborar respuestas a las preguntas que vendrán.